Se acaba de cumplir el centenario del nacimiento del periodista Josep Maria Planes, un catalanista liberal y cosmopolita de Manresa que tuvo la valentía de decir lo que pensaba en los momentos dramáticos que le tocó vivir. En mayo de 1936 escribió: “Soy un periodista que, quizás, cometo la imprudencia de decir en voz alta lo que el 90 por ciento de los catalanes dicen en voz baja. Muchos amigos me han dicho que esta franqueza puede costarme cara”.
Fueron unas palabras tristemente proféticas ya que cuatro meses después, al comenzar la Guerra Civil, moría asesinado a los 29 años en la carretera de la Arrabassada por pistoleros de la Federación Anarquista Ibérica.
Aquello que Planes se atrevía a decir en voz alta era que la FAI era responsable del asesinato de los hermanos Badía, leridanos de Torregrossa, los dos militantes independentistas, uno de ellos, Miguel, jefe superior de los servicios de orden público de la Generalitat republicana que había actuado contra el pistolerismo anarquista de la época.
Planes había publicado en 1934 en La Publicitat ocho reportajes de denuncia del gangsterismo en Barcelona. Era un periodista valiente, independiente y libre que, junto con Avel·lí Artís Gener, el recordado Tísner, habían investigado la actividad del anarquismo.
El centenario de su nacimiento ha sido recordado casi de pasada estos días. Aquellos trágicos tiempos quedan ahora muy lejanos a pesar de que se acaba de aprobar la ley del Memorial Democrático. Sería injusto que la memoria de aquel periodista comprometido con la veracidad de los hechos no fuera objeto de un recuerdo muy especial.
Afortunadamente, no vivimos tiempos tan convulsos como los de hace setenta años. El país prospera, trabaja y vive con una cierta ilusión la complicada cotidianidad. La convivencia en la sociedad, sin embargo, no se corresponde con la tensión de la clase política, judicial y periodística.
La tesis de que una amplia clase media es el mejor antídoto para que no se repitan las tragedias del pasado puede venirse abajo si desde los medios de comunicación y desde los partidos políticos sigue alimentándose el sectarismo que ayer señalaba en La Contra de este diario la corresponsal del Financial Times, Leslie Crawfford.
El president Montilla hablaba ayer en Madrid del peligro de un alejamiento irreversible entre Catalunya y España. La desafección, el desapego que decía Felipe González, está creando un sentimiento de desamor mutuo y progresivo entre España y Catalunya.
Los separadores están ganando la partida. La racionalidad y el intento de que no se rompan los puentes han dado paso a una descalificación radical del adversario que no puede conducir a nada bueno. A los que no queremos el choque no nos va a ocurrir lo que le pasó a Josep Maria Planes. Pero recibiremos tortas de todas partes. Seremos considerados tibios porque no estamos en ninguno de los extremos