Reproducció i transcripció de les memòries d’Isidre Palau Inglès

Memòries de guerra d’Isidre Palau Inglès

Mis memorias. Durante mi estancia en las filas rojas pasando luego a las nacionales.

A últimos de mayo del año 1938 sale un decreto dando orden de incorporación a filas de los reemplazos de 1925 y 1926. Me incorporé el 6 de junio en la zona Manresa y nos destinaron a San Juan de Vilatorrada. Allí durante todo el mes nos enseñaron instrucción. Durante este mes, como éramos cerca de casa, vinieron a verme mi esposa y otras veces voy yo.

El día 2 de julio, al cabo de unas horas de estar en casa, nos avisaron por teléfono de que había orden de marchar y a la una de la noche emprendo la marcha y mi esposa me acompaña cerca de dos kilómetros; me despido de ella y sigo adelante y ella regresa a casa. Al marchar le digo: hasta la vista, pero en mi mente surgía otro pensamiento: ¡iba a la guerra! Contra mi ideal! Y un hombre así puede hallar muy fácilmente la muerte. Pero iba resignado y resuelto.

A las 4 de la mañana nos embarcan en destino a Puigcerdá donde cogimos la carretera que va a la Seo de Urgel y después de unos kilómetros de marcha paramos en un pueblo pasando allí la noche. Vamos 8 paisanos y se agregaron unos compañeros más. En una casa nos hacen una buena cena, nos acostamos. A la mañana siguiente emprendemos la marcha, nos faltan 40 kilómetros pero por la tarde llegamos a la Seo. Durante el camino admiramos los bellos prados y paisajes de la Valle de Arán [de fet passaven per la Cerdanya camí de l’Alt Urgell] y a la Seo.
Nos llevan a un pueblo a 8 kilómetros de allí y al día siguiente en camiones nos suben al Pirineo incorporándonos a la brigada. Estamos 20 días haciendo instrucción y fortificación y al día 28 bajan de la montaña y nos acampan en una vaguada y al día siguiente viene la banda de música y toda la oficialidad nos hacen unos discursos que a mí no me sientan muy bien. Y a la noche nos ponen en marcha y después de caminar por senderos y barrancos llegamos a un bosque haciendo alto. Pasamos el día, lo que aprovecho para hacer una carta.

Como desconocíamos nuestra misión y cuanto pudiera durar, como no llevamos equipaje, carecíamos de todo y en mi carta escribo a mi cuñado y encargo a mi esposa que diga a los demás que no extrañen de lo sucedido. Llega la noche y en medio de la oscuridad el comisario nos dirige unas palabras que no nos sientan muy bien y pronto salimos y después de andar toda la noche para delante y para atrás, al amanecer, nos introducen en un frondoso bosque desplegando en guerrillas pero pronto tuvimos que pararnos en las mismas alambradas de la posición que estaban llenas de cadáveres del batallón de dinamiteros.

Las baterías nacionales disparaban sin parar. Un teniente nos hace retroceder pues los proyectiles de los cañones propios caían encima nosotros causando víctimas. Yo junto con otro compañero estuvimos tendidos al suelo junto a un pino que nos amparaba y sin poder levantar la cabeza hasta las dos de la tarde y que a la voz de que vienen, quedé solo entre los pinos en medio de una lluvia de balas y explosiones sin saber a dónde dirigirme, y de pronto aparecen cuatro individuos con una ametralladora seguidos de un herido de la pierna gritando al sanitario con malos resultados. Les sigo, pero pronto se dan cuenta que son ametrallados por dos fuegos, dando la voz de estamos copados y cambiando de rumbo y yo les sigo y pronto no convencemos de que una ametralladora está emplazada para evitar cualquier desbandada, nos situamos cerca del puesto de socorro pero pronto aparece un oficial pistola en mano dando orden de volver para adelante. Viendo que no había manera hace emplazar otra ametralladora pera lograr sus propósitos pero los hombres caen muertos y heridos.

De pronto viene el comisario pidiendo refuerzos. Tiene la compañía que no puede retirar pero el jefe de la fuerza da orden que, a pesar de que el bosque arde hay que volver a atacar y junto con un paisano, viendo que muchos se camuflan hacemos lo mismo. El viento favorece el fuego y toma gran incremento y el capitán manda un mensaje diciendo que es imposible atacar a causa del fuego y entonces recibe orden de replegarse. Pero no muy lejos nos hacen parar hasta la noche. Pero viendo que era inútil, da orden de regresar a lavarse donde llegamos de noche.

Allí pasamos unos días y pronto nos llevan al Segre. Allí cruzan el Segre por Vilanova de la Barca en un golpe de mano, pero los nacionales contraatacan, hacen aumentar el rio y cortan la retirada. De este modo hacen muchos prisioneros y cogen mucho material. Todo en vano. Muchas veces aparecían los aparatos nacionales que de haber querido, habrían causado verdaderas carnicerías. Una tarde al hacer una retirada forman toda la tropa en columna, pero en el puesto de observación nacional se dieron cuenta y empezó a disparar la artillería causando víctimas y una desbandada que a los 5 minutos todos habíamos desaparecido replegándonos después. Pero pronto aparecieron las pavas que de habernos descubierto no queda tan solo uno de nosotros.

Todos estábamos amontonados pero descargaron muy cerca contra una caravana; no hace falta decir más. Lo que diré es que después de unos días de rodar por los campos comiendo higos y otras frutas, nos llevan al frente de Tremp. Allí pasamos unos días donde comemos muchas uvas y almendras, luego nos dan orden de marchar y después de unos kilómetros de camino paramos para esperar los camiones. Como no vienen acampamos en el bosque; estamos en setiembre y como llueve muy a menudo nacen muchas setas y como la comida es justa, nos comemos muchas.

Los días pasan y llegan a la brigada una expedición de los que hasta aquel momento habían estado camuflados, les enseñan un poco de instrucción, hacen una fiesta y nos dicen que el alto mando nos ha encomendado una alta misión en el Ebro. Efectivamente después de dos días de viaje, sin darnos más que un chusco y un poco de café atravesamos el Ebro y a las dos de la noche llegamos a las trincheras. Estamos en octubre día 4, después de dos horas interminables de escucha, vuelvo al nido y al salir el sol empiezan a tirar las baterías; luego viene la aviación; bombardea y ametralla.

Los cañones no paran en todo el día. De pronto pasa un muchacho seguido de otro que está herido en el vientre y pide que le maten que sufre mucho pero yo no queriendo presenciar tal espectáculo le digo que el sanitario está allí cerca. Se va pero a los pocos pasos encuentra a otro diciéndole que le da todo el dinero pero que le dé muerte, como que tampoco da resultado coge un fusil y el mismo se mata.

Pasan las horas muy lentas. La metralla cae como una lluvia hibernal. Nuestra escuadra junta con el cabo había propuesto de entregarnos. Así que los nacionales se acercaran pero de pronto desaparece de nosotros y creyendo que había escapado y que nos delataría castigando a la familia tal como se acostumbraba varias veces, dije al que había quedado allí cuando pasó con el herido si quería venir pero no queriendo seguirme opté quedarme.

Al cabo de un rato como la cosa iba algo seria, un compañero quiso salir y así lo hizo, pero al cabo de un rato un criminal que llevaba un fusil ametralladora, conociendo entre nosotros con el nombre del Torero le acribillaba, pero no creo que tuviera tiempo de escapar porqué a los pocos momentos aparecía un moro gritando: he paisa, salir, salir! Y en el acto salimos los cuatro supervivientes y siguiéndole hasta pocos pasos que estaban cuatro carros de asalto cuyos conductores estaban tumbados al suelo. Una vez allí, nos dieron tabaco y de vez en cuando yo les decía: lo único que siento es que el cabo que nos mandaba se ha escapado; nos va a delatar y la familia lo pagará, pero pronto me tranquilicé cuando menos pensaba llega un grupo de compañeros y con ellos el cabo.

Después de unos momentos, los rojos contraatacaron y a un moro le rompieron una pierna y hicieron coger una manta y llevarlo a Corbera. Más abajo encontramos al tercio recostados en un (¿) allí nos detenemos un instante viendo a cuatro cadáveres reconociendo por el traje que llevaba por tener la cara tapada a mí cuñado Antonio (Buira Farré). Pedí permisos para acercarme a él pero como las balas llovían no me dejaron ir; reconocí que tenían razón. Nos hicieron bajar cuesta abajo llevando al herido pero los rojos dándose cuenta y siguiendo su intento criminal nos ametrallaron durante largo rato y hasta oscurecer siguieron con la artillería pero gracias a Dios salimos ilesos.

Tras largo rato de andar por viñas y carreteras, camino que se hacía interminable, llegamos a Corbera, allí dejamos al herido y nosotros nos condujeron a Gandesa. Al llegar nos tomaron declaración y nos encierran en una casa que por cierto no reúne condiciones para tales servicios, pero yo ya empiezo a tranquilizarme y me alejo del frente, y hasta me alegra. Como la noche es muy avanzada cojo un cajón y me tumbo encima, pero no estoy mucho rato. Entra el guardia y nos hace subir al otro piso; extiendo unos cuantos papeles y me duermo encima.

El sitio que habíamos dejado era para otra expedición, la cual venia Daniel y Andrés. Algunos de los que habían llegado conmigo les dijeron que yo estaba allí, me buscaron pero como no había luz no dieron conmigo. A la mañana siguiente no falta quien me diese la noticia y fui en busca de ellos, al encontrarlos nos dimos un fraternal abrazo. Las lágrimas surgieron en mis ojos. Tenía alegría y tristeza al mismo tiempo. Alegría por encontrarme entre compañeros y tristeza por haber perdido un familiar: ¡mi cuñado Antonio!

Cuatro días pasamos en esta prisión; nos daban bastante comida, lo que nos faltaba era agua. Había un pozo pero como en él había mucha filtración, el agua tenía todos los malos gustos y pasábamos mucha sed. El día que nos sacaron para llevarnos al campo de concentración, al salir a la calle y al preciso momento en que estábamos formados se presentó la aviación roja, pero como había muchos antiaéreos pronto ponen los aparatos en fuga; por fin marchamos.

Por el camino vemos muchas uvas, la cosecha del vino no se había recogido. Después de unos quilómetros de marcha llegamos a Bot. Allí paramos, nos suministraron y como estamos cansados y el local es justo, nos ponemos a dormir el uno encima del otro. Esta operación se repite en los pueblos siguientes: Horta de San Juan, Valderobles y Alcañiz. En este pueblo cogemos el tren hasta Zaragoza donde pasamos una noche y seguidamente nos llevan a Pamplona. Llegado el día 5 de octubre, mi estancia en este campo es de 53 días.

A los tres o cuatro días como en el campo trabajan los albañiles y tal oficio lo tiene un compañero, pedimos para trabajar; nos lo conceden y al mismo día empezamos el trabajo. Dinero no nos dan pero comemos aparte y nos dan para siete que formamos el grupo comida doble y reenganche. A media mañana nos dan un pedazo de chorizo y dos cantimploras de vino, dos al mediodía, a media tarde y a la cena, de modo que empezamos a engordar. Lo que más encontramos a faltar es el tabaco pero fumábamos algún cigarro.

Pronto, como premio a nuestro trabajo, nos dejan salir a paseo por turno. Como en la calle hay muchas colillas, el compañero junto con otro recoge tabaco para 15 días. A mí me hacía escrúpulo pero pronto decidí probarlos y como los encontré excelentes, seguí fumando. Decidí escribir a mis tíos políticos para que me avalasen y al mismo tiempo les pido si me pueden mandar algún dinero a condición de devolvérselo. El dinero me lo mandan pero referente al aval me dicen que les es imposible por no decir que no querían.

En este campo presto tres declaraciones y al día 7 de diciembre me llevan al campo de distribución de Miranda donde permanezco 10 días durante los cuales casi siempre llueve, hace frio y todo es un charco, voy sin ropa y mal calzado; paso muchos días con fiebre. El día 17 del mismo mes me destinan a Transmisiones de Zaragoza; nos dan ropa y calzado y demás equipo.

En Zaragoza nos tratan muy bien, nos dan muy buena comida pero un poco justa, pero estamos bien. Pasamos allí varios días y al empezar las operaciones en Cataluña, me destinan al C.E. del Maestrazgo y nos distribuyen en diversas divisiones. A mí me toca a la 82.

Viendo las operaciones de Cataluña recogiendo líneas telefónicas, pasamos por los siguientes pueblos: Vinéfar y Balaguer, nos alojan al cementerio saliendo al día siguiente para Cubells y Montclar, en dicho pueblo tuvimos que soportar la metralla roja que salimos ilesos por mi logro, siguiendo para Artesa de Segre. Allí pasamos varios días. El pueblo está en ruinas. Llevan allí muchos prisioneros a los cuales les pregunto a qué cuerpo pertenecen y resulta que son de la brigada de mi hermano. Les pregunto por él y me dicen que hasta el último momento de haberle [visto] estaba vivo pero no sabían nada más. Mi afán era encontrarlo pero todos mis esfuerzos resultan inútiles; no hay más que resignarme.

Siguiendo para Agramunt, Cervera, Calaf y Manresa. Cuál fue mi alegría al darnos esta noticia. Salimos por la noche siguiendo por campo traviesa, barrancos y torrentes y puentes improvisados a veces a punto de volcar. Llegando muy avanzada la noche en Manresa. Esperando impaciente a que amaneciera, mi preocupación solo era una: ver a la familia. ¿Me darían permiso? Lo probaría. Así lo hice. Lo pedí al sargento, este me dijo que no. Me acompañó al capitán, este me dijo que era prisionero y no podían darnos permiso pero como nuestro comportamiento era excelente me dijo cuanto necesitaba, y pidiendo lo más justo le dije que con 24 horas tenía bastante y me dijo vete mañana, te presentas a mí y ten presente que respondes de tu mismo; partí enseguida.

Como no había medios de locomoción, salí a pie, pero después de pasar San Vicente vine montado en bicicleta; un conocido me la deja y salgo a escape pudiendo llegar más pronto en casa. Una vez allí como no me esperaban, tuvieron la sorpresa que era de esperar. Lo demás no hace falta mencionarlo. La estancia fue breve pero basta para satisfacer mis deseos. Y a la mañana siguiente salgo para mi cuerpo cumpliendo mi palabra.
Siguiendo las operaciones y de Manresa vamos a Calders, Vic, Manlleu y Olot. En dicho pueblo paramos unos días durante los cuales terminaron las operaciones en Cataluña y regresamos a Vic ingresando al cuerpo de ejército del Maestrazgo. Vamos a Manresa. Avisando a mi esposa de que estoy allí, vino a verme y pasó 24 horas en su compañía. La acompaño a la estación, me despido de ella y vuelvo a la compañía. Saliendo dos días después para el Centro.

Después de 5 días interminables de tren, llegamos a Ávila subiendo en camiones hasta el pueblo de Gismundo, Rubles, al pueblo de Bargas dándonos la noticia de la rendición de Madrid a las 11 y media de la mañana del día 28 de marzo de 1939 pasando seguidamente por Toledo parando a Orgaz luego a Daimiel y por fin a Ciudad Real donde esperamos el licenciamiento. Aunque son más largas doy por terminadas mis memorias.

 

Dos cunyats monistrolencs al front de guerra: Francesc Buira Farré i Isidre Palau Inglès