Redacció
L’advocat Josep Maria Loperena (Alguaire, 1938) és el guanyador de la quarta edició del premi Joaquim Amat-Piniella de novel·la, basada en els grans moviments socials de l’edat contemporània, amb la seva primera obra La casa del fanalet vermell. El premi té una dotació de 6.000 euros i el convoca Òmnium Cultural del Bages i Columna Edicions.
La casa del fanalet vermell és una història ambientada en la Barcelona del 1951. En una època marcada per la repressió, la ciutat es mobilitza per la vaga de tramvies, un esdeveniment històric en la resistència contra el règim franquista. L’Elvira canvia el seu poble per Barcelona, i el xoc amb l’ambient de la gran ciutat i la seva trobada amb Dionís, un jove militant del PCE implicat en la preparació de la vaga, la portaran a descobrir un món nou. Amb el rerefons dels moviments polítics i socials que van marcar aquells anys de lluita i clandestinitat, Elvira i Dionís construiran un món propi en un petit meublé amb la porta il·luminada amb un fanalet vermell.
La novel·la la publicarà l’editorial Columna i serà a les llibreries a mitjan mes de març.
Vegeu a continuació l’article que Joan de Sagarra va publicar a “La Vanguardia” sobre aquesta novel·la:
JOAN DE SAGARRA – 29/02/2004
“¡Menos lirio y más carne!”
“La casa del fanalet vermell”, primera novela de Josep Maria Loperena, retrata la Barcelona de los cincuenta
Quan Carmen de Lirio va sortir a escena per primera vegada, el públic, posat pret, va començar a aplaudir. Pel que semblava, era un ídol popular -potser, va pensar l’Elvira, per l’assumpte del governador-, una artista molt estimada pel públic de Barcelona. Era una bellesa espaterrant, tenia uns ulls més verds que les fulles dels arbres a la primavera i en escena a penes es movia, al revés del que feien les segones vedets.
La cita pertenece a “La casa del fanalet vermell”, la primera novela del abogado Josep Maria Loperena, que acaba de ganar el premio Joaquim Amat-Piniella y que, editada por Columna, llegará a nuestras librerías el próximo 10 de marzo. La Elvira que aparece en la cita es la protagonista femenina de la novela, una chica de un pueblecito gallego que la madrugada de un domingo de febrero de 1951 llega a Barcelona para abortar. Aquella noche, Elvira ha ido al teatro Cómico, donde Joaquín Gasa presenta la revista “Esta noche no me acuesto”, en la que triunfa la vedette Carmen de Lirio, de la que se dice que está liada con el gobernador Baeza Alegría. Elvira ha ido a ver la función con Dionís, que es el protagonista masculino, para seguir con la jerga teatral, de la novela, un chico de Manresa, estudiante de Derecho y miembro del Movimiento de Acción Socialista (MAS), una facción del PCE, el cual ha llegado a Barcelona procedente de Madrid el mismo día y en el mismo tren que Elvira, con la misión de colaborar en la organización de la huelga general programada para el 12 de marzo.
Mi viejo amigo y colega Loperena -nos conocimos pronto, hará 50 años, en el patio de la facultad de Derecho y hemos coincidido en más de una aventura teatral y libertaria- me dice que “La casa del fanalet vermell” es la segunda novela de su “Cuarteto de Barcelona”; una novela “a lo Dumas (pero sin ‘negro’) en la que la realidad se mezcla con la ficción”. Total, que Loperena nos obsequia con una novela histórica sobre la huelga de tranvías que tuvo lugar en Barcelona la primera semana de marzo de 1951 y el posterior intento -y algo bastante más que intento- de huelga general. Una novela golosina, que se lee de un tirón y que, al margen de sus posibles virtudes literarias y al margen, también, de que se trate o no se trate de una verdadera novela, tal como la conciben un Juan Marsé o un Enrique Vila-Matas, estoy convencido de que va a hacer las delicias del público femenino -que es el principal consumidor de este tipo de productos- y del público en general.
Por lo que a mí respecta, hay un par de personajes de esta novela que me atraen de manera especial. Uno es la vedette Carmen de Lirio y el otro el crítico teatral Celestí Martí Farreras. Con Martí Farreras, del que Loperena nos recuerda su parecido con el actor Ronald Colman, compartí muchas, muchísimas noches de teatro, con sus correspondientes picones y “pernods”, una vez terminada la función, en la terraza de La Luna (ya no existe), hasta altas horas de la madrugada. Aprendí muchas cosas de aquella bellísima persona, y no sólo del oficio teatral. Sabía un montón de anécdotas y tenía una gracia especial para contarlas. A pesar de la diferencia de edad, llegamos a ser muy buenos amigos. Siempre me había dicho que se sentía avergonzado y molesto con el nombre con que le habían bautizado, el nombre que figuraba en su partida de nacimiento, Celestino, así que prefería que le llamasen, y así se firmaba, Martí Farreras, convirtiendo el apellido paterno, Martí, en su nombre de pila. Lo que no me dijo jamás es lo que me descubre Loperena en su novela, y que al parecer es la pura verdad. Que Celestí Martí había pertenecido al PSUC, cuando Joan Comorera era su secretario general, antes de que lo depuraran, acusándole de “querer convertir el partido en un instrumento de la burguesía nacionalista catalana”. Así pues, Celestí Martí se hacía llamar Martí Farreras para que no lo identificaran con el antiguo miembro del PSUC. En la novela de Loperena, Martí Farreras será quien informe a Dionís de la inminente huelga de tranvías y quien le ponga en contacto con Carlos Barral, Alberto Oliart, Joan Reventós, Hilari Raguer, Antoni de Senillosa…
Por lo que respecta a Carmen de Lirio, a la que Loperena dedica su novela -“A la Carmen de Lirio, la vedet d’ulls verds, víctima o àngel propiciatori d’una revolució que podria haver estat”-, es, como la pobre Carmen Broto, de la que les hablaba hace un par de domingos, uno de los personajes emblemáticos de mi infancia barcelonesa. Yo viví la huelga de tranvías con doce años -los mismos que Loperena-, y aún me parece estar viendo a los estudiantes del Instituto Químico de Sarrià bajar por la calle del Doctor Amigant gritando consignas contra el gobernador Baeza Alegría. “¡Menos lirio y más carne!”, gritaban los estudiantes (porque el pueblo, como bien cuenta Loperena, pasaba hambre).
¿Estaba liada Carmen de Lirio con el gobernador civil de Barcelona, era su querida? La vedette siempre lo ha negado. En la novela, Martí Farreras cree que la moza, aragonesa como el gobernador, fue utilizada por un sector de la Falange para cargarse a Baeza Alegría. Martí no descarta que el gobernador le hiciese algún que otro regalo -entre ellos un célebre collar- pero, de ligue, nada de nada. Loperena piensa lo mismo. A mi amigo le parece ridículo que a estas alturas Carmen de Lirio oculte su posible relación con Baeza Alegría cuando la vedette no tiene ningún reparo en admitir que sí tuvo relaciones con Juan Antonio Samaranch, “el soltero de oro” (Carmen de Lirio hace esta afirmación en una entrevista que figura entre los “extras” de un DVD, que acaba de aparecer o está a punto de hacerlo, con el episodio que rodó Pedro Costa sobre el asesinato de Carmen Broto para la serie “La huella del crimen”, si bien en “La Casita Blanca”, la película de Carles Balagué, todavía negaba su relación con Samaranch, al que calificaba de “bajito” y “cabezón”, vamos, que no era su tipo).
Durante la huelga de tranvías corría la voz de que Carmen de Lirio y el gobenador se veían en un picadero que Esteve Sala, l’Estevet Sala, tenía encima de la sala Mozart (que ya no existe). Allí acude Dionís, en la novela, enviado por el partido, para ver si los pilla, pero, ficción o realidad, no los pilla. Al final, Loperena nos muestra al gobernador Baeza Alegría ya destituido y a punto de regresar a su Zaragoza natal. En “La Vanguardia”, el periodista Del Arco le pregunta: “¿Piensa usted volver a ejercer como catedrático de Derecho?”. Y el hombre le responde: “Mire usted, señor Del Arco, de derecho, mejor no hablamos”. En cuanto a Carmen de Lirio, “la bonica vedet va haver d’abandonar, en ple èxit, la companyia de Joaquín Gasa del Teatro Cómico i anar-se’n a viure a Madrid”, concluye Loperena.
P.S. La espléndida fotografía que ilustra esta crónica, una fotografía inédita, es obra de mi buen amigo César Malet, uno de los grandes fotógrafos de este país, de la generación de Xavier Miserachs. Fue tomada en 1959, en el domicilio del actor Enric Guitart, el popular intérprete de “Las manos de Euridice”. En la mesita de noche, Carmen de Lirio se muestra más bella que nunca.