– Cual fue el gran horror padecido por usted?
– Cuando trabajé en una cantera. Cada día tenía que hacer ocho viajes transportando piedras de 30 y 40 kilos. Nuestros zapatos tenían la suela de madera. Era un constante resbalar sobre la nieve” (1966)
“… No estuve mucho tiempo en la cantera porque pronto me condujeron al comando que estaba encargado de sacar la porquería de los depósitos. Me debieron escoger porque por aquella época yo estaba relativamente fuerte, y para aquel trabajo buscaban a los menos delgados. Ya me adelgacé pronto, ya… En aquel momento debería pesar unos cuarenta y cinco o cincuenta kilos. Normalmente, peso unos setenta o setenta y cinco kilos. Se me hinchaban las piernas, se me llenaban de agua, era el edema propio del hambre. En aquellos momentos mi moral era bastante baja, porque pensaba que si aquello duraba mucho tiempo no lo iba a resistir. Pero, a pesar de todo, fui aguantando…” (Paraules de Joaquim Amat-Piniella a Montserrat Roig, recollides per l’escriptora a “Triunfo”, el 28-9-1974)
“Los SS partían de la idea de que todos los enemigos del nacionalsocialismo no merecían vivir. Pero había muchas formas de matar. Nos podían fusilar, pero eso no daba ningún rendimiento. Una manera de morir poco a poco era hacernos trabajar. Hasta que no quedaba ni un ápice de vida. Hasta la exterminación total…” (Paraules de Joaquim Amat-Piniella a Montserrat Roig, recollides per l’escriptora a “Triunfo”, el 28-9-1974)
“Es ciertamente curioso que a estas alturas, cuando tanto se ha escrito sobre los campos (el de Mauthuasen incluido) con ilustraciones fotográficas abundantísimas, haya quien dude aún de la existencia de cámaras de gas y hornos crematorios en aquel siniestro lugar. Si el Sr. Vargas hubiese respirado como nosotros durante casi cinco años seguidos el hedor de la carne humana quemada, seguramente no tendría tantas dudas. Y de haber perdido como yo a algunos de sus mejores amigos en aquella, según él inexistente, cámara de gas, sus aseveraciones de ahora serían harto distintas… Su carta, sin quererlo Vd., claro está, resulta cuando menos injusta para los millares de inocentes gaseados en Mauthausen, por cuanto pone en duda su martirio, y es por ello que, sin ganas de recordar aquellos tiempos de desprecio, como dijo Malraux, me veo obligado a protestar contra la frivolidad de sus “aseveraciones””.
(“Carta al director” que Joaquim Amat-Piniella va escriure el 1971 per a la revista “Historia y vida” per respondre una carta del Sr. A. Vargas Gold, de Barcelona, en què negava que Mauthausen fos un camp d’extermini, amb cambres de gas i forns crematoris. La carta no es va publicar)